La Bandera

Ayer, Lunes Santo, tuve la ocasión de asistir como invitado, por ser diputado nacional, a los tradicionales actos previos a la procesión de La Esperanza. El día era fresco pero sin agua, lo que permitió su desarrollo en el exterior y con una buena presencia de ciudadanos testigos y partícipes, un año más, del cariñoso recibimiento a nuestra Armada.
La novedad de la parada militar residió en la entrega al Tercio Norte, por parte del Ayuntamiento, de una nueva bandera de combate que sustituye a la recibida igualmente de este Ayuntamiento hace 25 años. Creo que el gesto es irreprochable y de haber formado parte de nuestra corporación lo habría apoyado.
Conozco bien la organización militar y el estricto protocolo en este tipo de actos, nunca sometidos a la improvisación y menos aún a la ruptura del Reglamento. Por ello no puedo ni debo dejar de manifestar mi enorme contrariedad por la escena vivida durante el mismo. Nunca se había producido una intervención, a modo de discurso, de un alcalde en este acto militar, únicamente justificable en esta ocasión por la entrega de una nueva bandera de combate.
Dadas las fechas políticamente tan especiales, ante la inmediatez de unas elecciones municipales, si algo era necesario era la prudencia y la ausencia de cualquier frase interpretable en clave electoral. Yo así lo esperaba porque lo he practicado siempre y espero no cambiar mi educación, ni en lo político ni en lo personal.
No entraré a enjuiciar el discurso de nuestro alcalde, pero si diré que me pareció un pelín artificial y lleno de alusiones a cuestiones desgraciadamente controvertidas como el uso de la Bandera, el concepto Nación o el empleo de la palabra Patria. Tengo que decir que en todas estas cuestiones el alcalde fue hábil y trató de conseguir quedar bien con todos los pensamientos y tendencias. Pero lo que realmente me descolocó y pienso que no fui el único por posteriores comentarios, fue cuando llegado a un punto de su intervención dijo algo así como “me permitirán que me salte el protocolo y me acerque a la Bandera para besarla por no haberlo podido hacer en su día….”. Después se acercó al abanderado situado en el centro de la formación, en aquel momento en posición descanso, y besó la Bandera Española. Esta escena suscitó en los presentes sorpresa, especialmente en las personas uniformadas que saben perfectamente cómo esta regulado este tipo de actuaciones.
Me pregunto: ¿quién es cualquier civil, aunque sea alcalde, para romper el protocolo en un acto en el que es un invitado y se desarrolla exclusivamente por unas reglas estrictas y propias de la vida militar? ¿Por qué lo hizo por sorpresa sin comunicar previamente su intención a la autoridad militar que presidía el acto? ¿No sería porque conocía el complejo proceso para conceder autorización para jurar o besar una bandera de combate en formación militar y la posible negativa a tal pretensión?
Una prueba de que solo él conocía sus planes, fue el hecho de que cuando el alcalde se dirigió a la Bandera la tropa estaba en posición descanso y solo los reflejos del capitán permitieron mandar firmes segundos antes de que el alcalde la cogiera con su mano para besarla.
No quiero pensar ni por un segundo que esta escena fuera diseñada con el único propósito de conseguir una foto o un puñado de aplausos o de votos. Y no lo quiero pensar porque de ser cierto confirmaría el hecho de que algunas personas harían cualquier cosa con tal de alcanzar su fin, aunque esa cosa sea jugar con sentimientos, normas o símbolos que tienen una gran importancia y tradición.
Si la finalidad del alcalde era jurar bandera porque en su día no lo hizo (desconozco las razones si fue así) lo correcto seria haber preparado el acto en ese sentido y de común acuerdo con el Ministerio de Defensa que es el competente, e invitando mediante bando de la alcaldía a todos los lucenses para que pudieran sumarse cuantos estuviesen en su misma situación o quisiesen renovar su juramento realizado hace años.
No he leído hasta ahora críticas por este inadecuado proceder de nuestro alcalde, pero puedo asegurar que entre la familia militar que ayer nos acompañó en Lugo, escuché y observé reacciones que iban desde la sorpresa hasta la indignación.
Termino haciendo una llamada a la prudencia y al comportamiento responsable en el futuro en este tipo de actos o en situaciones similares, porque por una foto o unos votos no todo está justificado. Al menos para mí.

Joaquín García Díez